Tratamiento de choque: bajada de tipos formalmente de 75 puntos básicos, pero en realidad hasta cero, de golpe y porrazo. Y no contento con eso, anuncia que la Fed comprará masivamente deuda pública y titulizaciones hipotecarias para hacer bajar los tipos a largo plazo, que son los que importan a la economía.
La Reserva Federal quema así todas sus naves y deja al mercado, más allá de la euforia inicial de anoche, con sensaciones contradictorias. Por un lado, dan bastante miedo unas medidas tan contundentes: cómo tiene que ver las cosas Bernanke para hacer algo que jamás se había probado en la historia. Pero, por otro, dan esperanza: esto incrementa claramente las posibilidades de resolver la crisis sin que se repita la Gran Depresión de los 30.
Porque hay que recordar que los estímulos monetarios anunciados anoche se suman a los numerosos planes de estímulo puestos en marcha por la Administración Bush -cuya estrella es el famoso plan de rescate financiero de 700.000 millones- y a los que ha prometido poner en marcha Obama cuando tome posesión de su cargo el próximo mes. Si juntamos todo, tenemos el mayor paquete de estímulos, el mayor intento de reflation como dicen los anglosajones, que jamás ha visto el ser humano para salir de la crisis.
Precisamente, la ausencia de precedentes es lo que plantea más dudas. Muchos economistas siguen mostrando temor a terminar en un escenario a la japonesa, en la que ni todos los estímulos del mundo son capaces de sacar a la economía del marasmo. Todo es posible, claro, pero recuerden que el paquete puesto en marcha en EEUU es muy superior al de Japón y, además, se ha puesto en marcha en una fase mucho más temprana de la crisis. Allí, cuando los tipos llegaron a cero las cosas ya no tenían remedio.
Otro problema más lejano pero igual de importante es si los banqueros centrales del mundo están preparados para manejar una situación así. Aquí la dificultad es poner la marcha atrás cuando los estímulos estén funcionando a toda velocidad para evitar no sólo la creación de otra burbuja de crédito como la que estamos purgando, sino que se moneticen los ingentes déficits públicos en que van a incurrir los Estados. Porque si eso ocurre, la consecuencia es la hiperinflación.
No hay respuesta porque la única situación parecida fue la de los años 30, y ni siquiera entonces se adoptaron medidas tan contundentes. No queda más solución que confiar en su buen juicio cuando llegue el momento, y esperar que sean más responsables que la panda de banqueros y gestores que nos han llevado al hiperapalancamiento y a la quiebra del modelo actual. La suerte está echada.
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