El caso es que mi cuñada y mi hermano (lo digo por este orden para fastidiar a este último) están “embarazados”. ¡Ver para creer! Mi hermano, ese ser que en tiempos fue un aguerrido idealista en busca de un mundo mejor, atrapado por las fauces de la natalidad. Así que os podéis imaginar como transcurrió la noche. Yo que pensaba lanzar una serie de arengas libertarias a la hora del discurso del rey tuve que sufrir como tenía que hacer implosionar mi ardor guerrero, desgarrándome las entrañas, ante el desinterés generalizado por mis palabras y el asedio continuo, encabezado por la madre de mi cuñada, sobre pañales, berridos, anécdotas infantiles sobre la feliz pareja y demás frusilerías capitalistas, etc.
Y todo ello por no hablar de la tristeza que me provocaba ver a mi padre, aquél que con sus libros de Ruedo Ibérico me enseñó los principios de la revolución permanente troskista, convertido en un miembro alienado más de la manada mientras se le hacían los ojos chiribitas ante el próximo advenimiento de su futuro nieto.
Pero no queda ahí la cosa. Por si esto no hubiese sido suficiente resulta que también apareció la hermana de mi cuñada (o sea, mi concuñada… mi cuñada política… bueno, lo que sea) al final de la cena anunciando otra buenanueva ¡También está embarazada!
Tengo que reconocer que en ese instante tuve unos breves minutos de flaqueza y estuve jugando con la idea de abandonar la revolución, de considerarla una causa perdida. Y es que eso es lo que tienen las fuerzas reaccionarias contrarrevolucionarias del capitalismo, que pueden llegar a ser completamente despiadadas y crueles en cuanto atisban un pequeño foco de resistencia a la alienación del ser humano que éste promueve. Menos mal que ya nos avisó Federico (Engels, por favor, no iba a ser el de la COPE) del pernicioso efecto que puede llegar a tener la familia en la vanguardia revolucionaria.
La cosa es después de unos minutos de vacilaciones la necesidad de calmar mi sed de justicia social universal me hizo darle al cava sin descanso (recordad que estaba en misión de espionaje de los usos y costumbres de los capitalistas) gracias al cual, y sus chispeantes burbujas, recobré la conciencia de mi mismo. Lo primero que hice fue mandar un mensaje al servicio de inteligencia de la revolución para que investigasen el pasado de las “hermanas reproductoras”.
Mucho me temo que en algún momento dado, aunque seguro que de manera involuntaria, han podido estar expuestas a algún tipo de perjudicial influencia neoliberal. Si esto es así, no nos quedará más remedio que secuestrarlas para ser enviadas durante su periodo de gestación a un campo de reeducación libertaria. Por supuesto su madre no podrá acompañarlas. Quizás algunos veáis esta medida como excesivamente drástica pero que queréis que os diga. La revolución es así. El apego a los vínculos familiares no es más que un reflejo condescendiente y adquiesciente con el Capital. Y por si esto no fuera suficiente hay que ser pragmáticos. Bastantes pocos revolucionarios habitamos el planeta como para traer al mismo más prole sin asegurarnos al menos que no van a formar parte de las huestes neoliberales.
Y si éstas no os resultan razones suficientes, dejadme que os dé un último motivo el cual os demostrará que esta serie de medidas, por más duro que nos resulte adoptarlas, son absolutamente necesarias para preservar los valores de la revolución y mantener viva la lucha.
Pues bien, no contentos con lo del embarazo, mi cuñada y ese ser antes conocido como mi hermano me regalaron ¡una raqueta de tenis!... Como veis, los indicios de una próxima conversión a los estándares neoliberales de “la pareja feliz” brotan como setas. Ahora bien, no conseguirán arramblar con mis principio sino todo lo contrario. Por tanto, siguiendo la máxima de que para vencer a tu enemigo antes tienes que conocerlo he pensado apuntarme esta primavera al Club de Campo y hacer mi presentación en la alta sociedad burguesa con mi flamante raqueta. De hecho, esta misma mañana he empezado a practicar unos “passing-shots” en la Wii y no se me ha dado mal del todo, no os creaís.
Probablemente antes tenga que borrar alguno de mis queridos tatuajes (por ejemplo, el del dragón libertario devorando a la Bruja Avería) para no dar la nota pero dado que me mueve el bien de la humanidad esa renuncia será insignificante. Además, según me han comentado fuentes bien informadas, el Club de Campo está lleno de jóvenes doncellas burguesitas avidas de que las saquen del muermo total al que las tienen sometidas los machos capitalistas, los cuales, en una de sus características perversiones sexuales, tienen reconducida toda se energía libidinosa hacia la explotación del resto de la humanidad.
En fin, que como véis la cosa promete… No os preocupéis que ya os tendré bien informados de los progresos que vaya alcanzando en mi infiltración en la alta burguesía.
¡Ruina o Muerte!
El intrépido revolucionario indomable