LA GUERRA MEDIÁTICA CONTRA EL ESPÍRITU
Los grandes medios de comunicación dominantes -sobre todos los principales canales de televisión y las emisoras de radio de mayor audiencia- han sabido darle dimensiones monstruosas al universal deseo de estupidez que dormita incluso en el fondo del intelectual más elitista. Ese fenómeno -esa guerra mediática a favor de la vulgaridad, del embrutecimiento colectivo y contra el espíritu- es capaz de destruir una sociedad y de hacer irrisorio cualquier efuerzo político. ¿Cómo resistirse a semejante tentativa de descerebrar a los ciudadanos?
Hasta ahora nadie se ocupaba de la calidad de los medios audiovisuales , públicos y privados. Pero algunos dirigentes políticos descubrieron que la televisión era “mala”, y ahora exigen cultura, los animadores más vulgares están regresando a los medios públicos….y están desapareciendo los programas de literatura.
Con la coartada de algunos programas “culturales” o de algunas obras de ficción ” creadoras , los defensores dels servicio público lo consideran bueno. No son muy exigentes.
Como si- a modo de una vulgar televisión comercial- no se estuvieran también vigilando de reojo los niveles de audiencia. O como si la demagogia fuera menos abundante que en otros lugares.
Los medios de comunicación supieron dar dimensiones monstruosas al universal deseo de estupidez que dormita incluso en el fondo del intelectual elitista. Ese fenomeno es capaz de destruir una sociedad , de hacer irrisorio cualquier esfuerzo político. ¿Para qué deslomarse reformando la escuela y la universidad? El trabajo educativo es destruido por la estupidez mediática, por la bufonadas erigidas en medio de expresión , por la invasión de los valores del dinero, la apariencia y el individualismo egoista propagados por la publicidad, verdadera razón de ser de los grandes grupos mediáticos. Los nuevos dueños de los medios de comunicación remiten a los ilustres reformadores de la educación pública a un oscuro rincón de la historia.
Cuando se les critica por la vacuidad y la ineptitud de sus programas , los mercaderes de vulgaridad suelen dar dos respuestas: primero, que simplemente dan al publico lo que éste desea; segundo, que quienes los critican son “elitistas” incapaces de admitir la simple necesidad de diversión. No es necesariamente elitista reclamar un poco menos de estupidez. Hay verdaderos espectáculos populares de alta calidad. El público pide lo que está condicionado a pedir. Prácticamente se ha abandonado la idea de un acceso progresivo a la cultura a través de espectáculos populares. Molière, Calderón, Lope de Vega, Victor Hugo, Charlie Chaplin, Valle Inclán, Lorca, Brecht o Dario Fo eran y son grandes artistas y también populares. Han logrado distraer y hacer pensar a la vez. La industria mediàtica no hace el más mínimo esfuerzo: va directamente a lo más vil.
Todo el mundo tiene derecho a relajarse ante un espectàculo fácil. Pero cuando se alcanza el infra-nivel al que han llegado los programas llamados de “entretenimiento” ¿se puede aún hablar de una simple distracción? Esas imágenes, esas palabras, esos gestos adaptan la mente a ciertas formas de representación , las legitiman, acostumbran a creer que es normal hablar, pensar, actuar de sea miserable manera. Fealdad, agresividad, voyeurismo , narcicismo, vulgaridad, incultura, estupidez llevan al espectador a aceptar una propia imagen infantilizada y degradada, sin ambición de salir de sí mismo, de su “persona”, de su medio, de su grupo, de sus opciones….
Los productores de tele-realidad, los dueños de la mayoria de canales privados, no son siempre o no son sólo imbéciles. Son también malhechores. Se admite que un alimento o que un aire contaminado pueden ser nefastos para el cuerpo. Existen representaciones que contaminan la mente. La envenenan.
Si los medios de comunicación de los regímenes autoritarios logran, en cierta medida, aprisionar las ideas, los del capitalismo en crisis los superan totalmente. Y todo ello , por supuesto, gracias a la libertad. La conquista de la libertad de expresión y la liberación de los medios de comunicación -realizado por la izquierda en varios paises europeos, sólo parece haber servido para regalarle nuestros cerebros a Coca-Cola, Telefonica, Banco Santander. Nosotros nos consideramos tan inteligentes, producto de milenios de progreso, consideramos bárbara a la plebe romana que se deleitaba con los brutales juegos de circo antiguo. Pero el contenido de nuestras embrutecedoras distracciones televisivas sin duda causará asco y burla a las generaciones futuras.
¿Hay otra opción? Muy pocas ¿ Y por cuanto tiempo? La concentración capitalista reúne en el seno de un mismo grupo mediático y de un mismo dueño : las editoriales, los diarios , las revistas, los canales de televisión, las redes telefónicas y a veces hasta la venta de armas. Muchos gobernantes políticos europeos están vinculados a importantes empresarios de grupos audiovisuales privados; por eso , la máquina de embrutecer recibe, en casi todas partes, la bendición del Estado. Las amables declaraciones de tal o cual ministro sobre la importancia de los estudios clásicos , valen muy poco al lado del océano de rastrera vulgaridad que cada día desborda de la pantalla pequeña e inunda nuestros hogares y nuestras mentes.
¿Qué libertad? la estupidez mediática se universaliza……
Artículo de Pierre Jourde para "Le Monde Diplomatique", Octubre 2008
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